jueves, 7 de julio de 2016

Juan Carlos Múnera, todas las voces sirven




Hace unos días un amigo me invitó a dar una charla a un grupo de primer semestre de Comunicación y Periodismo en la Corporación Universitaria Lasallista. Pensé en un texto hermoso de Anton Chejov llamado Decálogo Chejov para el buen reportero. Quería, que sintieran la gestación de un texto. 

Después de la charla mi amigo me presentó a Juan Carlos Múnera. Estaba en una cabina de edición de audio. Me saludó y de manera ágil le dio a mi amigo indicaciones puntuales para grabar un programa de radio. Recordé el punto siete del decálogo: “En lo más simple se puede encontrar valor. Preste atención a objetos y situaciones repetitivas, insistentes, cotidianas, especiales, que pueden convertirse en símbolos a la hora de escribir el texto y presentarlo a un lector. Los imprevistos, lo espontáneo, le dan brillo al reportaje”. 

Lo que hacía Juan Carlos era enseñar desde la pasión. Y su enseñanza no era desde la catedra, la orden. Más bien desde la complicidad. Su voz, con todo el seseo del acento paisa, trasmitía un gusto extraño por la radio. Era una mezcla de lo empírico y lo académico. 

Me sorprendí al enterarme de que él, un personaje sobrio y con una energía admirable, era el productor del programa Sala de Blues que emite la Emisora de la Universidad de Antioquia. 

Múnera nace el 21 de Junio de 1967 en Medellín. Es docente de radio periodismo en Lasallista. También, está a cargo de la dirección de la emisora virtual Conexión Lasallista. Está casado, sin hijos, y vive con tres gatos. 

Me enteré después que padecía una enfermedad llamada sindrome Guillain-Barré (SGB). Esta enfermedad se caracteriza por una debilidad progresiva. Muchos llegan a sufrir parálisis. Debido a esto, estuvo cuadripléjico seis meses. Se recuperó en tres años y quedó con secuelas de pie caído. 

Juan, desde siempre, se interesó por la radio. Cuando era pequeño se influenció por su padre que escuchaba música clásica, boleros… Se inquietó por la música, en especial la de habla inglés de los años 50 y 60. Luego, estudió Comunicación Social porque era algo que le apasionaba: “Realmente todos comunicamos de una manera u otra. Sea por internet, mail. Para mí es responsabilidad. Esa, para mí, es la base de mi trabajo. Es decir, el mensaje que se emita deber ser con responsabilidad”, afirma.

Recuerda a dos maestros. Uno, Benjamín Castro, quien le dio varilla a la hora de redactar guiones. El otro es Javier Rodríguez, director de Cámara Fm, quien lo ha acompañado en muchos de sus proyectos. 

Múnera es un hombre que hace lo que le gusta. Por ello, revindica el trabajo del periodista. Se permite crear y reposar. No cae en ese fuego efímero del periodista mediático que se especializa para el olvido porque lo permearon tanto los hechos noticiosos y fuentes especializadas que es incapaz de disfrutar lo que hace. De estos periodistas dice el físico alemán Jeorg Chistoph Lichtenberg: “Los Periodistas se han construido una capilla de madera a la que denominan el templo de la gloria y en el cual se pasan todo el día colgando y descolgando retratos, en medio de un martilleo tan fuerte que no deja ni oír la propia voz”. 

Y la voz de Múnera es propia. Tal vez porque siente lo que hace. Él sabe que cuando se siente una historia se atrae palabras nuevas. Su voz trasmite frescura y sinceridad. Al escucharlo se siente cierta familiaridad. Evoqué un texto que tengo anclado en la memoria La terrible sinceridad de Roberto Arlt. El argentino plantea que ante todo se debe ser sincero así mismo sin importar lo descabellado que sea. Por ello, la enfermedad de Múnera no es un obstáculo porque la asume como una parte y no un todo. De ahí, que continúe con su vida personal y profesional. Tal vez por ello, su discurso, como lo sostenía hace siglos Montaigne, no es falso y por eso es tan sociable como el silencio. 

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