jueves, 19 de mayo de 2016

Melissa Cañas y las excusas de los estudiantes



Nota aclaratoria 

Se hizo en el municipio de Girardota un convenio entre la Secretaria de Educación y Fundamundo, “Educar mientras se informa”, coordinado a por la Biblioteca Pública Municipal de Girardota. 

El taller se dio a dos instituciones, IE Manuel José Sierra y IE Emiliano García. Cuando se convocó a las cuatro instituciones del casco urbano. Participaron 32 estudiantes y finalizaron el proceso 8 estudiantes de los grados 8, 9 y 10. El criterio de selección es que al alumno le gustara leer y escribir. 

Durante los talleres, Melissa Cañas, una de las madres de las niñas se interesó por los talleres y envió un texto para que lo mirara. Dicha narración es un muy buen ejercicio periodístico. Por tal motivo, en el especial de madres que se está realizando desde la Biblioteca Pública Municipal de Girardota, es una alegría publicarlo. Pues, la presente narración empieza a vincular a la familia en los procesos creativos que está realizando la Biblioteca Municipal.


Las excusas de los estudiantes

El lugar estaba casi desierto. Solo miraba al celador que estaba junto a la puerta y de vez en cuando me echaba una sonrisa que parecía quedarse pendida en las partículas de aire siniestro que habitaban allí desde la mañana, oscura pero sedosa. Las carteleras iluminadas por la luz opaca se hacían más visibles que en el atardecer, cuando este le permite el paso a la noche.

De súbito, suena una canción y el portero abre la puerta. Veo y oigo risas y gritos que aturden el silencio y el insomnio de las paredes como algo casi estrepitoso. Todos los estudiantes entran sin saber que veo en sus rostros que no quieren estar allí. Se nota el desánimo. Además, sienten el calor como un reproche y una incapacidad para abrir sus mentes.

Algunos se dirigen rápidamente a sus respectivos salones, otros, en cambio, entran a la escuela sin afán mientras que la coordinadora les hace meter sus camisas por dentro del pantalón. Aún no logro comprender si ellos saben cómo llevar su uniforme, o sí alguien debe recordárselos. Ellos se ríen un poco y pareciera ser que en su fuero interno se burlan de todo. 

Hace calor. Se puede ver el tumulto en la tienda para comprar un refresco. La mayoría se pasea por los corredores y el patio. Algunos coquetean y se abrazan; van esparciendo sonrisas por doquier y el ambiente se alegra un poco. Mientras los profesores entran al salón, los estudiantes los siguen hasta sus puestos como si fuese una marcha fúnebre. Algunos se quedan por fuera y el maestro, con autoridad, sale y sin decirles nada ellos van entrando. 

No los vuelvo a ver por dos horas. De pronto, veo a algunos caminando por ahí sin saber qué hacer. A veces van al baño, o se quedan mirando hacia el cielo con una expresión de libertad. Dos adolescentes ven a la rectora y huyen.

Mientras tanto, pensaba qué podría hacer para que los estudiantes escriban. Estaba en mis cavilaciones cuando se me acerca Katerine y me dice: “Profe, es que yo el jueves no puedo venir a clase porque mi mamá tiene unos exámenes médicos y yo me tengo que quedar en la casa cuidando a mis hermanos; ellos son menores que yo, yo soy la mayor y me toca, porque no los podemos dejar solos”. Y como un rayo de sapiencia se me ocurrió lo que podrían escribir: excusas. 

¿Quién no ha usado una excusa para no cumplir con su deber? Recuerdo la vez que le dije a mi papá que me estaba enfermando por hacer aseo en el colegio, que se acordara que el otorrino me había dicho que yo no podía barrer; entonces, él redactó una excusa. O cuando me fui a dormir adonde unos familiares a otro pueblo, y él escribió que tenía mucho vómito y fiebre. O cuando me fui a vivir con él a Caucasia, Antioquia, y los baños del colegio eran “inusables”, por decirlo de forma bonita, y él mandó una excusa para que me dejaran entrar al baño de los docentes. Mi papá es bueno para las excusas. Sin embargo, hay que tener cuidado con la memoria, pues él asistió a dos entierros en tres años de la misma persona. 

La antigüedad de la excusa es la antigüedad del hombre: son necesarias para acolchonar los errores que se cometen. También, sirven para conocer al otro y lo otro. Es decir, se dan tantas razones que se termina hasta conociendo a la familia a través de los cuentos inventados.

Al principio, el hombre recurría a las señas. Utilizaba el lenguaje corporal para referir algún suceso o excusarse. Luego, empezó a dibujar las historias hasta que se hicieron colectivas. Más tarde llega el lenguaje oral y sus historias iban con él a cualquier lugar. De ahí, los mitos, que se convierten en religión para excusar la existencia.

Por fin el descanso. Los estudiantes caminan, corren, ríen, y sus palabras se desvanecen con el ruido de la felicidad. En la tienda escolar la mayoría cuentan monedas. Un grupo de cinco chicos intentan que un tarro de refresco sea un balón y abarcan gran parte del patio. Todos se divierten hasta que suena otra vez aquella canción que hace evaporar aquellos juegos con sonrisas premeditadas.

Me dirijo al grado octavo y Zapata me recibe: “Profe, ¿para qué vino? Déjenos ir ya para la casa”. Siempre me recibe así: ya me acostumbré. Le sonrío y hago un mohín de asombro. Me siento en el escritorio. Sitúo mis cosas en la mesa. Los miro casi sonriente mientras les pregunto: “¿cómo están?” La mayoría contesta: “¡bien!” Algunos siguen con el “¿y usted? Nunca respondo. Escribo en el tablero con marcador morado “Géneros literarios” precedido de la fecha. Los miro mientras camino por el espacio y les pregunto: “¿qué creen que es eso?” Juan Camilo me responde que literatura; Laura dice que cuentos; Pablo concluye que historias. 

Empiezo a desglosar cada palabra. Ubico unas flechas y debajo de estas el significado correcto. Juntamos los dos conceptos. Posteriormente, les pregunto cuáles son los géneros literarios. Ellos me responden: cuentos, historias, y otras más. Yo escribo al lado los tres géneros literarios, y como en el primer periodo solo se trabajará el género narrativo, empezamos a desglosarlo: cuentos, fábulas, novelas, ensayos, mitos y leyendas. Les comienzo a preguntar cuál es la diferencia, y solo la mitad de ellos interviene. Con flechas escribo las respuestas correctas.

Media hora antes de finalizar la clase, les digo que formen grupos de tres personas y me escriban una excusa grandiosa. Les propongo que imaginen que se van para una finca, y no me pueden decir. Entre más fantástica, mejor. Las escriben en menos de quince minutos. 

“Buenos días, profesora –lee Galeano mientras todos sonríen, incluso yo-. Le informamos que el día de hoy no pudimos asistir porque tuvimos graves consecuencias a la venida del colegio. Hubo un derrumbe donde nosotros vivíamos y tapó toda la casa, se murió mi padre y mi hermana, no pudimos encontrar rastros de ella; a mi mamá se le fracturó la cintura y a mí se me cayeron unas piedras encima…”

Cada equipo quería leer la suya para mirar cuál era la más chistosa.

“Cordial saludo, profesora Melissa –prosiguió Mateo-. La presente es para informarle que no pudimos asistir a clase porque veníamos de viaje en un avión hacia Medellín y en el avión había tres secuestradores que nos llevaron a Estados Unidos y el avión se chocó con la estatua de la libertad. Cuando nos íbamos a escapar, a Alexander le dio un calambre y lo tuvimos que llevar para el hospital y casi no entendemos el inglés”.

“Buenas tardes, profesora Melissa Cañas –decía María José mientras sonreía-. La siguiente excusa es para los estudiantes Yenifer Moreno Patiño, Daniel Mazo y María José Mayo, quienes no asistieron a clase el día el ayer porque cuando salían de la casa una nave espacial los llevó para Saturno y allá el tiempo es muy raro porque los minutos son días y los segundos son horas, pues eso fue lo que ellos me dijeron, y también que una de mis hijas se casó con un príncipe alienígena que se llamaba Trank Stiv, y que ellos vivieron 7 años en aquella extraña ciudad…”

Escribieron de todo un poco. Algunos fueron secuestrados por “Las águilas negras”; otras dopadas y violadas; uno más se suicidó, no faltó la visita al funeral o el abordaje del bus equivocado. Y así acabamos la jornada: con un poco de fantasía y el recuerdo del amarillismo que presentan la mayoría de los medios de comunicación, de los cuales surgieron las ideas a mis estudiantes.

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