“No hay tierras extranjeras. Quien viaja es el único extranjero”
Robert Louis Stevenson
Existe un individuo que recorre ciertas geografías en busca de algo en sí mismo. Busca lo indecible en lugares desconocidos. A este individuo no le interesa el movimiento turístico donde es más importante la foto de una rosa que el aroma que alegra el corazón. Él persigue algo más profundo.
A este hombre lo llamo viajero porque más que trasladarse de un lugar a otro lo que busca es su lugar en el mundo, es decir: él. Por tal motivo, él mismo es un viaje con diferentes rutas, paisajes, climas, gastronomías, peripecias, aliados, hallazgos y ritmos. Por eso, a veces, muchos viajes suceden alrededor del viajante. Es decir, en círculos. Y ronda en sus historias con una mirada juguetona y descifradora de distancias. Tal vez, por ello, desarrolló la capacidad envidiable de irse de los lugares en que se siente incómodo. Por lo que asimila la soledad sin temor a sus sombras.
Conocí un viajero, uno de los que nombro. Se llama Henry García. Girardotano. Nació en el 82. Como aventurero, el primer viaje en bicicleta lo realizó a finales del 2011 y principios del 2012. Su recorrido fue: Carreto, Calamar, Suan, Barranquilla, Ciénaga, Santa Marta, Palomino, Santuario de Flora y Fauna los Flamencos, Riohacha, Manaure, Uribia, Cabo de la Vela, Maicao, Riohacha, Palomino, Sierra Nevada de Santa Marta.
El segundo viaje, también en bicicleta, lo realizó al año siguiente. Repitió la ruta e hizo una variación. En vez de ir hasta el Cabo de la Vela se introdujo en la Sierra Nevada y convivió con los Arhuacos.
También ha estado en: la Sierra Nevada del Cocuy (extremo norte de Boyacá), Norte del Caribe Chocoano (desde Titumate hasta la Miel Panamá); el Nevado del Ruiz. Ha realizado dos viajes por Suramérica (el primero Ecuador, Perú, Bolivia y el segundo Colombia - Argentina - Uruguay).
Este es el viajero al que se refiere Fernando González cuando hace esta pregunta: “¿Dónde quedaron las huellas?”; del que dice Seneca que si logra encontrarse a sí mismo hará del desierto una patria; del que celebra San Agustín porque evoluciona en la historia de sí mismo cuando compara al mundo con un libro y plantea que aquel que no viaja solo lee una página.
Sin embargo, al final es prudente volver o morar en un lugar. Pues, el verdadero viaje empieza cuando se aprender a estar quieto. Cuando se reflexiona de lo vivido, de lo olvidado, de lo que ya no estorba. Así como Ulises en la Odisea o como lo plantea el filósofo chino Lin Yutang cuando afirma que lo hermoso del viaje es volver a casa y descansar sobre su almohada vieja y conocida.
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