viernes, 25 de noviembre de 2016

Marco Bandoneón



Hay artistas que hacen a artistas y son como los descubridores, los que acompañan en la primera etapa de la creación. Hay otros que se hacen con la disciplina y logran sus sueños después de convertir la práctica en un acto espontáneo. Los más comunes, son aquellos que tienen más ganas de figurar que crear y se hacen los mercaderes de una obra imaginada, abundan en los banquetes, en los actos públicos y son los menos recomendables porque son como una especie de daño estomacal. Sin embargo, hay otros que nacen artistas y desde niños juegan a representar un sueño y hacen de la disciplina un juego muy serio; tanto, que a muy corta edad obtienen una madurez artística que los hace perseguir la felicidad por medio de un oficio noble y dignificante. Estos últimos son los mejores, los indispensables, a los que pertenece Marco Blandón. 

Llegué a la casa de Marco y me recibió con un café, debo decirlo, de alta calidad. Sacó un montón de aparatos para prepararlo, como un ritual. Nos sentamos en la sala y empezamos a hablar. 

Marco Blandón desde infante recibió del núcleo familiar el amor necesario para que su sueño se gestara. Contó con la plataforma emocional para evolucionar espiritual y artísticamente. Pues, su adolescencia no fue el desgaste energético de sentirse incomprendido. Al contrario, fue la posibilidad de encausar toda esa energía en un proceso creativo, después de que su abuela le diera una guitarra a los trece años.

Marco es autodidacta. Aprendió desde la pasión. Es un hombre propositivo que invierte su tiempo en su disfrute y desde ahí, la vida o el universo, le ha dado la oportunidad de encontrar su lugar en el mundo. Por ello, entró a la Universidad de Antioquia en el 2003 a estudiar guitarra clásica. Luego desiste porque no era lo que quería, así lo hubiera imaginado. Lo aburre, de manera implacable, la academia. Y sin méritos ni gloria logra graduarse. 

Cuando no disfrutaba su estudio se preguntaba sobre su destino y como una respuesta llegó un cd de Astor Piazzola. Un regalo que le hizo su compañera. “Lo escuché y eso fue mágico, la primera canción fue Adiós Nonino. Ahí fue donde empezó ese sueño de saber más sobre el bandoneón”, dice.

Marco, como todo buen soñador, se dedicó a sus obsesiones. En este caso, a un instrumento del que se tenía pocas noticias en la ciudad. Intentó conocer un bandoneonista y sin resultado. En esa búsqueda se enteró de que iban a formar una escuela de tango en Medellín. Ingresa con el condicionante de que solo podía tocar el bandoneón dos horas a la semana. Era una especie de tortura. Hasta que conoce a Pablo Jaurena, bandoneonista argentino, quien se convierte en su mentor.

El Bandoneón es un instrumento de viento aerófono (que suena por la vibración producida por una columna de aire). Fue diseñado en Alemania a comienzos del siglo para hacer música religiosa. Tiene 38 botones para el registro agudo y 33 para el grave. Cuando se abre el fuelle cada botón oprimido genera un tono y cuando se cierra el fuelle el mismo botón emite otro tono. “Hay que utilizar mapa para tocarlo”, concluye Marco, después de que su familia, sus amigos y maestro le ayudaron a conseguir uno. 

Después conforma El quinteto F31, nombre de la marca del avión en el que viajaba Gardel el día de su muerte. Con el quinteto Marco estudia y vive ese sueño que tenía de pequeño de estar en un escenario. Cada día se despierta con la alegría de hacer lo que quiere y de tocar tango, una música muy popular, de la calle y melancólica.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Fernando, el mochilero de espíritu




“El objetivo de viajar no es sólo conocer tierras extrañas, sino que en última instancia se pueda volver y ver al propio país con extrañamiento”. G. K. Chesterton

En Girardota, como todo pueblo, existen esos personajes enigmáticos, que lastimosamente se hacen cotidianos. Personajes que recorren las mismas calles día tras día. Uno de ellos es Luis Fernando Gómez, más conocido como “El caminante”. 

Se le dio este apelativo por sus viajes, tal vez el más importante fue el que hizo por el continente donde fue marinero, durmió en iglesias, tuvo sus romances, sus aliados y sobre todo, se las vio consigo mismo. Aprendió que en la vida, cuando se toma una decisión, es importante dar el primer paso. Después, no mirar hacia atrás. En esa medida, sus pensamientos iban dirigidos a un mismo propósito: seguir el camino. Tal vez, eso mismo hizo el brujo de “Otra Parte” de Envigado-Antioquia, en su inolvidable “Viaje a pie” cuando dijo: “el pensamiento es un lujo aún, una función novísima en el reino animal”. Por ello, lo importante en el viaje no es destino de llegada, sino el recorrido. Por algo, en ese recorrido se descubre que lo importante no son las millas, sino los amigos y lo que se puede pensar con ellos. Así también, la amistad es otro privilegio del reino animal. 

Cuando Fernando llegó a Girardota durmió en las afueras, bajo un puente. Después de observar distintos lugares, costumbres, climas, podía ver con más claridad aquello que los girardotanos ignoraban por no haber salido de casa. Sin embargo, sus puntos de vista se fueron quedando en el recuerdo. Pues con el transcurso de los días, sus historias se hicieron cotidianas. 

Luego, se fue integrando a la dinámica del pueblo y llevaba tintos a la alcaldía, hablaba con los transeúntes, con los comerciantes, los estudiantes, los políticos, los universitarios…, leía algunos versos sencillos de su autoría. De esta forma se conseguía lo suficiente para su sustento. Una libra de panela, una libra de arroz, el café… 

Más tarde se instaló en la vereda Jamundi, en la parte alta. Desde allí, todos los días caminaba y camina hasta el casco urbano. 

Ahora es librero. No siempre le va bien porque la gente prefiere invertir sus finanzas en aquello que los hace creer que los exalta, aquello que busca la experiencia máxima… y lo que persiguen es el abismo y el hastío. Decisión respetable. Aunque esto ponga en aprietos a los libreros como Fernando, porque su negocio es con el conocimiento y el conocimiento es revelador y desacomoda. Empero, Fernando no desfallece, al final llega el lector indicado. Pues todavía quedan aquellos seres, que como lo expresaba hermosamente Borges, no se imaginan un mundo sin libros. 

martes, 8 de noviembre de 2016

El maestro Jorge Maurer y el derecho a ser feliz

 
El maestro Jorge Maurer es de esos seres que es imposible de definir porque su sabiduría radica en el ahora en movimiento. Más que un cúmulo de conocimientos almacenados, su maestría consiste en vivir y ser feliz. Los datos en él se gestan desde su experiencia de vida.

Maurer es argentino y desde hace 62 años enseña a conectarse con la luz interior. Su primer discípulo lo tuvo a los tres años. Era un tío, psicólogo, quién empezó a hacerle preguntas y se asombró con la claridad de las respuestas. Debido a ello, se abrió pasó entre las grandes personalidades argentinas que lo recibieron con gran curiosidad y respecto. Entre ellas: Julio Cortázar, Ernesto Sábato y Charly García. 

Desde muy chico tenía claro que era una equivocación querer aplicar los pensamientos de otros a su vida. Por eso, ha seguido su propio camino, el de sus inclinaciones más íntimas. Quizá, por tal motivo, le gusta la respuesta directa y evita el discurso laberíntico. Como Fernando González, enseña a dejarse influir solo por la vocación o la voz interior. En la actualidad tiene grupos de meditación en Caracas, Medellín y otras ciudades alrededor del mundo. 

Su palabra es clara. Parece sacada de la literatura sánscrita. Como si fuera parte de Los rishis, o sabios de la antigua India, que con la palabra transformaban la realidad. Por lo tanto, la palabra es sagrada. Por ello, el poder creativo de la voz se expresa claramente en sánscrito, donde vac, voz, es a menudo considerado como sinónimo de Shakti, que es la energía creativa, el poder de manifestación. Las preguntas son: ¿Qué creamos con la palabra? ¿En que nos enfocamos cuando decidimos hablar de lo que consideramos importante? ¿Aceptamos la palabra como un vehículo para llevar lo mejor o lo peor de nosotros mismos? ¿De qué hablamos cuando hablamos?

En fin, son muchas las reflexiones que surgen al escuchar al maestro Maurer. Tal vez, utilice el método de la antigua Grecia; es decir, el dialogo que intenta construir cotidianidades más que conceptos. O tal vez, como el milenario Confucio en el siglo IV antes de Cristo, no le interesa hacer nada extraordinario para buscar adeptos. Lo único que busca es vivir en armonía con su entorno y con su ser interior. Escucharlo es como un despertar. Es como si dijera de nuevo cada cosa que nombra: 

“Entendí que es lo que tenemos que sanar, liberarnos y trasmutar. Escuchen, no es el apego a nuestros hijos, a la pareja, al dinero… ¡Eso no es! Es del apego al sufrimiento, a los miedos y la culpa. Pues ¿Cuál es la gracia de desapegarnos de nuestras parejas o hijos? ¿Cuál es la evolución de eso? Eso es deshumanizarnos y desensibilizarnos. No hay beneficio en ello. Hay beneficio al liberarnos de los miedos y los más grades son: El miedo a vivir, a ser feliz y a tener una vida plena. Si se escarba un poco en la consciencia de la persona lo que tiene son estos miedos. Teme manifestar todo su potencial de felicidad, salud, bienestar y prosperidad. Lo que está es apegado a los miedos, a los sufrimientos y a la culpa.

El perdón es una decisión. Me explico, todo aquello que cargues de los otros dentro tuyo te transforma en algo igual que aquel o aquella que no perdonas. Lo peor que te puede pasar es que eso se quede dentro y no es cuestión de resignarse, sino de perdonar. Cuando perdonas al otro el mayor bien te lo haces tú y si no lo peor del otro se queda en ti y el otro se lleva tu amor. Por ello, ¿cómo vas a recibir en consciencia la divinidad o al Supremo con el corazón sucio, con el corazón ocupado por el resentimiento, el odio, los celos y los daños que recibiste?”