lunes, 25 de julio de 2016

Alejandro González, el periodista que le salvó la segunda vida, la literaria, al escritor que quería ser gato


“La tristeza se localiza en la boca del estómago, es como si siempre tuvieras hambre de algo, hambre de luz, hambre de calle, hambre de noche, hambre de todo, hambre de nada, hambre de mierda, no te deja tranquilo te quema te da vueltas en el estómago te atrapa todas tus palabras y no las deja salir…”


Rafael Chaparro Mediedo 

Hoy voy a escribir de un amigo porque la amistad es una grieta en el silencio, una especie de agujero por donde los recuerdos alegran el corazón en esta historia de ausencias. Pues, los amigos nos quitan soledad y menguan el abandono interior. Por ello, el amigo, cada tanto aparece como un espejismo, como un sueño y asimismo se esfuma. Es un animal solitario que te acompaña. 

Hoy escribo de Alejandro González, un íntimo que escribe periodismo y hace poco terminó una novela inédita Diario del tiempo muerto. Pero, es más conocido por su juiciosa labor de rescatar la obra periodística de Rafael Chaparro Mediedo, y claro, también su obra literaria, que aparte de Opio en las nubes, estaba en los anaqueles del olvido. 

Alejandro ha hecho las compilaciones: Zoológicos urbanos, historias mutantes de Rafael Chaparro Mediedo; Crónicas de Opio, testimonios sobre el escritor que quería ser gato; y Un poco triste, pero más feliz que los demás. También, gracias a la investigación de su trabajo de grado hizo visible la obra inédita de Chaparro, la novela: El pájaro Speed y su banda de corazones maleantes y el libro de cuentos: Siempre es bueno perder sangre

Conocí a Alejandro en la Universidad de Antioquia, en el primer semestre del pregrado de Periodismo. En nuestra primera conversación salió como tema Opio en las nubes, novela que ganó en 1992 el Premio Nacional de Lectura, Colcultura. Historia narrada en gran parte por Pink Tomate, un gato que me influenció. Confieso que quería escribir como ese filósofo de los Andes, que recorrió la capital de país en un Renault 4, color beige. Tras el humo de sus cigarrillos Pielrojas su mirada escrutaba los pequeños detalles de su cotidianidad. Alejo también estaba hechizado por este libro que se ha metido en los corazones de los jóvenes como un grito de rebeldía o una canción de rock. Me contó, tiempo después, porque él siguió investigando, que Chaparro fue guionista de los programas de televisión: La brújula mágica, Quack y Zoociedad. Además, trabajó con Jaime Garzón, Euduardo Arias y Karl Troller. También, que fue columnista de un periódico ya desparecido: La prensa, de la familia Pastrana, de donde Alejo tomó la mayoría de artículos. 

En la época de la universidad Alejo era temeroso de su escritura. Pocas veces mostraba sus textos porque decía que no estaba preparado. Por ello, estudió la estructura de la frase para no hacer mal las cosas. Buscaba y busca el error que él cree lo asalta siempre. Gracias a esta desconfianza buscó detalles, irrelevantes, de lo que quería contar y de esta manera fue construyendo textos compactos, donde el autor (él) actuaba tras bambalinas. De esta manera, se fue constituyendo como un periodista experto en la vida y obra de Chaparro Mediedo. Tanto que creó el blog Ambulancia con whisky para interactuar con los lectores sobre Chaparro. 

Alejandro ante todo es melómano. Por ello, al encontrarse una novela con un índice grande de canciones de rock, quedó atrapado. Pues Chaparro era admirador de Los Rolling Stones, Los Beatles, John Lennon, The Doors, Bob Marley y U2. Tanto Opio en las nubes como Qué viva la música de Andrés Caicedo son novelas musicales, con bandas sonoras que identifican una época y siguen vigentes, como las buenas canciones. 

Los libros de la obra periodística compilados por Alejo cuentan con la participación de Tobías Arboleda, que con sus dibujos le dio una atmosfera alucinada y de culto. Tobías es un portal a la recreación de historias, que él ejecuta con fantasía y belleza. No solo de Chaparro, también de Dostoyevski y otros autores. 

Alejandro y Tobías le han dado un toque especial a la obra de Chaparro. Ambos, desde sus campos, le han devuelto la vida a la obra de un escritor atrapado por los gatos. Es como si lo revivieran. Y no en cuerpo, sino en la literatura. Cuando los escritores, la mayoría, están condenados a la muerte literaria. En cambio, Chaparro resurge más vivo que muchos autores que conozco y habitan los festivales literarios. 

En la actualidad, Alejandro trabaja como realizador en UN radio, emisora de la Universidad Nacional. También, es docente de catedra en la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Su corazón sigue siendo una banda de rock y su amistad combustible para el asombro en una ciudad que pulula smog y tedio.

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