lunes, 27 de junio de 2016

Aproximación al ajedrez



Por: Victor Obando


El ajedrez es un arte que ha sido acogido en las diversas manifestaciones culturales. Su dimensión trasciende los límites de una región en particular, para llegar, con su resonancia y evolución en el espíritu humano, a poseer caracteres universales.

Para hablar del ajedrez es recomendable ir atrás en la historia para hacerse una idea de su valor histórico y cultural.

Entre palacios místicos con deidades sagradas, que representan las potencias del universo; entre profundas meditaciones que tenían para alcanzar un nivel de conciencia mayor; en medio de guerras, surge el ajedrez como una metáfora de la naturaleza humana: la vida y la muerte, la guerra y el eterno retorno. Un verso del escritor Jorge Luis Borges dice: “En el oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.”

La invención de este juego se ha atribuido, sin fundamentos históricos, a chinos, persas, griegos y árabes. El “chaturanga”, como lo denominaban antiguamente en oriente, fue sufriendo modificaciones en el tiempo hasta adquirir la forma actual. También, se dice que los griegos de Troya jugaban algo parecido, pero con características muy diversas.

Desde la antigüedad hay registros fidedignos que permiten inferir, que a partir de su aparición en el tiempo, el ajedrez es el único juego que posee más de 2.500 años.

En la Edad Media, con castillos similares a gigantes de piedra que retienen en sus paredes el tiempo, el ajedrez era considerado el juego de reyes y nobles (aunque corrió sangre por parte de malos jugadores).

En el Renacimiento, con el advenimiento de la imprenta, se publicaron los primeros tratados dirigidos por italianos y españoles (siglo XVI y XVII). 

Para ir concluyendo esta breve apreciación sobre el ajedrez, hay que señalar que no solo en el ámbito histórico queda registrado el ajedrez, también en el terreno de la literatura ha sido una constante. Algunos ejemplos: Gabriel García Márquez en “Amor en los tiempos del Cólera”. Asimismo, Edgar Allan Poe, Luis Carrol… entre otros. Escritores que se han maravillado por este mundo de hermosas damas que esconden la muerte en sus miradas, de alfiles que expresan jaculatorias al despuntar la aurora, de cuadros blancos y negros que “son como los días y las noches”.

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