jueves, 21 de abril de 2016

Un árbol del bosque de un poeta


“La lluvia sabe escuchar la plegaria de las montañas.
En tiempos de sed
Oro con ellas”.

J.F.O.
Hace unos días, Juan Felipe Ospina me obsequió su libro: Constitución de los árboles y otros poemas humanos publicado por Sílaba Editores. Lo miré y agradecí al tiempo que me asusté porque la amistad está condicionada por la gratitud y el amor y desde ese punto de vista hasta los poemas cojos caminan bonito. Sin embargo, este libro, ganador de Estímulos al Talento Creativo 2015, me sorprendió por la sutileza. Hay un viento vivo que sopla entre las páginas y dan ganas de respirar. Cosa pasada de moda en los poetas jóvenes que lo que buscan es romper la respiración. 



En estas breves páginas se ve un poeta que también es prosista. Tiene lo mejor de ambos géneros. En la prosa el escritor se hace bueno en los conectores, en las intercepciones de las ideas o frases y le cuesta esa escritura cortada, telegráfica, fugaz… que es habitual en la poesía. En este libro la escritura es a veces telegráfica, fugaz y cortada y también, apenas deja ver la terminación de un verso y el inicio de otro. Ejemplo, el poema Carbón y alas: “Esta palabra: /Pájaro,/ es en verdad un pájaro./ Viene desde el primer bosque hasta el carbón del lápiz y/ extiende al vuelo sus alas en el aire fósil del papel.”


Este libro, y es algo notorio, no es grotesco ni terrible o sentimental, cosa que buscan muchos escritores jóvenes en su afán desenfrenado de encontrar su voz. En él, la objetividad podría ser extrema, pero no lo es. Hay un lenguaje sutil y prosaico entre lo poético que no es desgarrado ni florido, más bien ascético, y deja ver la voz del autor sin que le dé al lector pautas morales sobre la vida. “Tengo un derrame de petróleo en las retinas”. Cuando se dice lenguaje ascético se refiere a la lucha solitaria del autor en la búsqueda de la palabra indicada, sin guiarla o someterla. Pues lo que busca es alumbrar ciertas zonas sombrías en el alma del poeta que es un bosque creado de su mundo psíquico y emocional dentro de un contexto vegetal, prosaico y sutil. 

Para este libro es vital ese postulado de que la prosa fluye cuando se tiene algo que contar. Acá se cuenta la poesía y crea un mundo posible. Por ello, lector, encontrará pájaros como razonamientos sencillos, naturales e insinuantes en esta constitución de árboles.

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