La literatura es un viaje más que un rumbo, así el rumbo sea una publicación. Lo importante es el trayecto, es decir, el viaje. En tal medida, lo esencial es la escritura de los textos. Por tanto, es de celebrar que existan personas como Rosalba Jaramillo, Yamile Carmona y Ligia Cecilia Alzate que en sus ratos de soledad rayen las hojas en blanco y se atrevan a escribir, tarea nada fácil.
A estas tres mujeres les abrimos un espacio desde la Biblioteca Jacinto Benavente para mostrar sus textos. Son una pequeña muestra de dos poemas y un cuento, que celebramos con esta publicación digital. Se aclara que estos textos no fueron incluidos en la versión impresa por criterios editoriales que se explican en el prólogo del libro. Asimismo, el libro físico será promocionado en Gira la lectura, Fiesta de la Literatura Local 2017, Girardota, en su segunda versión, el 28 de Julio en el Kiosco Principal de Girardota. ¡Los esperamos!
El campo
Por: Rosalba Jaramillo Álvarez
Papá Dios nos regaló el maravilloso campo
que es la bellísima zona rural
y en él, toda variedad de cultivo,
el campesino, sin temor, puede cosechar.
Ofrece extensas y fértiles montañas
con variadísima vegetación y árboles frutales
regado por caudalosos ríos y cristalinas quebradas
donde hay riqueza mineral y variedad de animales.
¿A dónde vamos a parar?
Por: Yamile Carmona Jaramillo
Dónde vamos a parar, ataca la sociedad,
te esclaviza el consumismo, la mentira y el poder
acaso la solución será una gran orfandad
con temor a equivocarse todos tiran a perder.
Vamos tras una ceguera que guía con avaricia.
Y sin más preámbulo cae todo aquel que se envicia.
Lo esencial desaparece
y el corazón se enceguece.
Pero qué estamos pensando .
Exhaustos ya del zangón
esta vida va pasando
carrereada y sin sazón.
Alguna vez lo dijeron, se ve lo esencial con el corazón
y hoy urge repetirlo para no extraviar el timón
ya que la vida se encarga de cobrar lo no vivido
por eso hermano ven conmigo a disfrutar sin tanto ruido.
Niños de río Por: Rosalba Jaramillo Álvarez
Papá Dios nos regaló el maravilloso campo
que es la bellísima zona rural
y en él, toda variedad de cultivo,
el campesino, sin temor, puede cosechar.
Ofrece extensas y fértiles montañas
con variadísima vegetación y árboles frutales
regado por caudalosos ríos y cristalinas quebradas
donde hay riqueza mineral y variedad de animales.
¿A dónde vamos a parar?
Por: Yamile Carmona Jaramillo
Dónde vamos a parar, ataca la sociedad,
te esclaviza el consumismo, la mentira y el poder
acaso la solución será una gran orfandad
con temor a equivocarse todos tiran a perder.
Vamos tras una ceguera que guía con avaricia.
Y sin más preámbulo cae todo aquel que se envicia.
Lo esencial desaparece
y el corazón se enceguece.
Pero qué estamos pensando .
Exhaustos ya del zangón
esta vida va pasando
carrereada y sin sazón.
Alguna vez lo dijeron, se ve lo esencial con el corazón
y hoy urge repetirlo para no extraviar el timón
ya que la vida se encarga de cobrar lo no vivido
por eso hermano ven conmigo a disfrutar sin tanto ruido.
Por: Ligia Cecilia Alzate Suárez
Son las 11:45, casi medio día y la maestra no termina. Esos números tan pequeños, no alcanzo a ver nada.
Hoy no vino Mena, y le dije que iríamos al río, no importa la pela de ayer, hoy tenemos más sol, más agua.
11:50, ese reloj no avanza, ahora una actividad, noooo.
Seguro ya llegaron los otros, los grandes, hay que marcar territorio, o les haremos lo mismo de siempre. 11:59, por favor, que termine, me sudan las manos, busco a Palacios por todos lados y de pronto una voz: “¡Yinin!”. Lo que faltaba, el último regaño del día.
–¿Usted por qué no está copiando? –Me preguntan– ¿Qué se le ha perdido?– Voy a enviarle una nota a su mamá para que se entere. Usted no puede seguir así sin hacer tareas.
¡Lo que faltaba! Que me dejaran después de clase, y yo con este calor.
Palacios me espera, Mosquera también. Yo impaciente mientras la maestra escribe la nota.
Con caligrafía casi exquisita que ni entiendo, ojalá mi mamá tampoco, deja en mi cuaderno unas cinco líneas y me pide que lo traiga al día siguiente y firmado. Jum… ¿Será que mi mamá sí sabe firmar?
Por fin, 12:15, salimos corriendo, alegres, el corazón a mil, nos estorba todo.
El hambre, el cansancio, el susto, todo se desvanece, cinco minutos más y llegaremos.
Por fin, ahí está, majestuoso, amigable. Dejamos todo en la orilla: la mochila, los zapatos, el uniforme ¡Y al agua!
Es la mayor felicidad, el río nos lleva como un murmullo, un buen recorrido.
Mosquera va adelante, Palacios atrás. Desde la orilla a veces algún anciano nos mira: “Estos muchachos, tengan cuidado”. Y ni contestamos. No sé si sabemos nadar, o si el río nos enseñó.
Tal vez ha sido el mejor maestro, porque antes que estudiantes o hijos, somos niños de río.
Llega el atardecer, buscamos nuestra ropa en la orilla, repetidas veces el río nos arrastró, y nosotros regresamos allí, y todo en orden.
Ahora entre charlas nos vestimos, de repente… veo mi mochila, viene lo más duro del día, la nota de la maestra.
Ya no importa tanto, mañana será otro día, a esperar que pase la escuela y de nuevo al río. Él curará mis heridas, hoy de seguro me castigan.
¡Lo que faltaba! Que me dejaran después de clase, y yo con este calor.
Palacios me espera, Mosquera también. Yo impaciente mientras la maestra escribe la nota.
Con caligrafía casi exquisita que ni entiendo, ojalá mi mamá tampoco, deja en mi cuaderno unas cinco líneas y me pide que lo traiga al día siguiente y firmado. Jum… ¿Será que mi mamá sí sabe firmar?
Por fin, 12:15, salimos corriendo, alegres, el corazón a mil, nos estorba todo.
El hambre, el cansancio, el susto, todo se desvanece, cinco minutos más y llegaremos.
Por fin, ahí está, majestuoso, amigable. Dejamos todo en la orilla: la mochila, los zapatos, el uniforme ¡Y al agua!
Es la mayor felicidad, el río nos lleva como un murmullo, un buen recorrido.
Mosquera va adelante, Palacios atrás. Desde la orilla a veces algún anciano nos mira: “Estos muchachos, tengan cuidado”. Y ni contestamos. No sé si sabemos nadar, o si el río nos enseñó.
Tal vez ha sido el mejor maestro, porque antes que estudiantes o hijos, somos niños de río.
Llega el atardecer, buscamos nuestra ropa en la orilla, repetidas veces el río nos arrastró, y nosotros regresamos allí, y todo en orden.
Ahora entre charlas nos vestimos, de repente… veo mi mochila, viene lo más duro del día, la nota de la maestra.
Ya no importa tanto, mañana será otro día, a esperar que pase la escuela y de nuevo al río. Él curará mis heridas, hoy de seguro me castigan.
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